Un microrelatopoulas publicado por primera vez el 23 de septiembre de 2013 y que trata de pequeños disgustos de adolescencia, de decisiones importantes y de poner de una vez por todas las cartas sobre la mesa.
El sábado por la noche la joven llegó a casa hecha un manojo de nervios, sus ojos anegados por el llanto, un rictus de sufrimiento ensombrecía su otrora alegre rostro.
– ¿Qué te ha pasado hija mía? – preguntó la madre, previendo la tormenta.
– ¡NADA!
– Hija, sabes que a mí me lo puedes contar todo… – dijo acomodándola en su regazo y acariciándola el pelo mientras notaba que la respiración de la joven se relajaba.
– Mamá, ¡otra vez!, en misa me miran mal, en el autobús he tenido que entrar a escondidas, no me han dejado entrar al cine, en los bares de copas me he tenido esconder en un rincón y en las tres discotecas a las que han entrado mis amigas me he tenido que quedar en la puerta…
– Me lo estaba imaginando, mira que te lo llevo tiempo avisando…
– ¡¡ESTOY HARTA, Y TODO POR MIS TETAS!!
– María Luisa, no hay otra solución, se que te va a doler lo que voy a decirte, pero ya va siendo hora de que no te lleves al perro a todas partes.
Buen día y que la fuerza os acompañe.