Y siguendo con las colaboraciones de mis amigos “de Grecia, de Pucela, del Infinito y de más allá” hoy se une a mi blog un literato, el autor de Bandos y se cae el del medio … mi amigo… (redoble de tambores)… Randy… ¡¡dale figura!!
¡¡Gracias!! ….Gracias amigos. En serio. Gracias. Mil gracias.
Porque este blog es una isla, unas Galapagos darwinianas a las que como lectores, colaboradores, visitantes y dueño del blog, llegan solo algunos elegidos. Mentes clarividentes y llenas de sentido del humor inteligente que destacan en este tráfago, este océano de mediocridad en que se ha convertido el paisaje general de gente que me rodea…
Y es que me estoy volviendo selectivo con la edad. Igual que cascarrabias y quejica.
Cada vez soporto menos al grandísimo pelele que me adelanta rugiendo por la cuesta de Parquesol como si le fueran a quitar la meta de una carrera que solo existe en su cerebro o dependiera su vida de coger o no el próximo semáforo en verde.
¿Y qué me decís de ese otro al que lleva la música a todo volumen y va sólo encerrado en su pecera metálica acristalada? Ahí está. Con su cara de imbécil. A mi lado parado esperando que la luz cambie de color para alejarse de mi cual efecto doppler de la gilipollez.
O el “tontolhaba” (qué bonita palabra) que en pleno día nublado lleva las gafas de sol caladas bajo la tan necesaria gorra de visera ladeada. Esa gorra estúpida que es muestra de una moda estúpida consistente en llevar gorras más pequeñas que la cabeza del portador en equilibrio inestable. Como inestable debe ser su cerebro para pagar el precio de la incomodidad de subirse cada diez segundos los pantalones por llevarlos caídos por debajo del culo.
Y lo peor es que a menudo estas tres figuras se ven reunidas en la misma persona, o lo que sea.
Que digo yo… que se debe follar un montón con esa pinta porque si no, no me lo explico.
Ya estoy viendo a las hordas de chonis avanzando por la oscuridad del bar comprobando con sus cintas métricas a quien de estos chavalotes se le cae más veces el pantalón y a quién de ellos le llega en su caída la cintura hasta la rodilla, para declarar al ganador de su peculiar concurso de machos alfa y elegir así quien será el próximo inculto que las maltratará en un futuro no muy lejano.
Cuenta la leyenda, nunca suficientemente verificada por el CSI, que al “Chotas” de Valencia en una ocasión se le cayeron hasta los tobillos. Y «of course» esa noche mojó. Estaba claro. Las leyes de la selección darwiniana funcionaron de nuevo.
Claro que ahora que lo recuerdo en mí época juvenil se dio una particular moda consistente en llevar los pantalones acortados por el tobillo (“pescadores” los llamábamos) entre los que iban al cuadro los viernes. Era entonces valorado como macho digno de cópula, para que lo mejor de la especie se perpetuara, el que más valiente era a la hora de cortarse los 501 más altos.
Igual es que los ciclos de estulticia se repiten. Igual es que llevamos en los genes atraer a las hembras de la especie haciéndonos cosas raras en los pantalones para que sean nuestros gametos los que sigan en la tierra.
Que la fuerza os acompañe.
