Un 15 de junio de 2006 es posible, aunque altamente improbable, que el mediático chef Ferrán Adrià pronunciase esta frase que supondría un antes y un después en la cocina moderna, cambiando la perspectiva de chefs, futuros concursantes de programas de cocina del mundo y kioskeros, heladeros y encargados de dar los helados a los niños en los chiringuitos de playa de toda la galaxia.