Hola amigos, ¡qué jodida es la crisis!… y qué jodida es la falta de solidaridad, esta sociedad está huérfana de respeto, de amor al prójimo, llevo desde el lunes con la mano izquierda inmovilizada y no creáis que nadie se ha ofrecido a acompañarme al servicio para abrocharme el pantalón, sacudirme la cola, meterme la camiseta por dentro del pantalón… ya de corridas benéficas ni hablamos… eso de hacerle una paja a un manco está totalmente olvidado… ¡qué pena!, ¿dónde iremos a parar?, ¿qué fue del hoy por ti y mañana por mí?
¡Cómo somos! A ver, que si la gente no se levanta de su asiento en el autobús para que se siente una persona que va con muletas, no voy a pedir que lo hagan por el Manco del Espanto, pero ¡¡joder!! no dejarme ni un huequito para agarrarme, un cachito de barra para que un pobre impedido no vuelque… el miércoles ahí me veo, en el 7, sin poderme agarrar a ningún sitio, 732.000 personas en el bus, meto la mano en el bolsillo trasero para guardar el bonobus y me empiezan a empujar contra los laterales de los asientos, mi mano izquierda pegadita al pecho, la derecha atrapada en mi bolsillo trasero y aprisionada por la cadera de una vieja que se agarraba a los únicos huecos libres en una barra vertical como si la fuese la vida en ello… arranca el bus, empiezo a perder el equilibrio, de repente un hueco a la altura de mis ojos, intento morder la barra en un vano intento por no volcar, la vieja es más rápida y engancha su amarillenta dentadura a la ansiada barra… desesperado bajo la vista, a la altura del paquete una especie de asa en un asiento… y pienso “no Alfonsas, imposible, hay que intentarlo, no, imposible, venga lo intento, impos… ¡¡vamos hostias!!”, cierro los ojos, me pongo un poco de puntillas y muevo mi pelvis en dirección al asa, pienso en María Teresa Campos en bañador, no falla, casi al instante noto la erección y mi miembro empieza a hacer palanca con el precario asidero, me he salvado de la caída… suspiro, no abro los ojos, perder de vista a María Teresa en este momento puede ser fatal, el autobús alcanza buena velocidad, de repente una risita, abro los ojos, miro en dirección a la risita, una jovencita de mirada turbia me mira fijamente y se empieza a descojonar, María Teresa se desvanece a la par que mi erección, el autobusero toca el claxon, se oye un juramento y el autobús frena bruscamente, yo he perdido mi única sujeción, empiezo a caer hacia atrás, en mi caída libero la mano derecha, me agarro a lo primero que pillo… ¡¡el cuello de la vieja!!… la vieja grazna como una urraca… caemos… la vieja grita: ¡¡no hay vergüenza!! y a mí en ese momento me viene a la mente un monólogo genial Joaquín Reyes y la según caigo grito como un poseso: «No, no señora, lo que no hay es sitio»… al lío.
Siempre que topo con una de estas viejas entrañables me acuerdo de mi amigo Evaristo… Evaristo Ximénez Restrepo, “el Evax”… un camarero genuino que tras su barra controla toda situación sin alterarse y derrocha buen rollo y saber estar… me encanta como se enfrenta a las “viejas locuaces”… me molan especialmente estas situaciones:
– Evaristo, ponme un cafecito como a mí me gusta, majete.
– ¿Y cómo le gusta a la señora? – y esto lo hace aposta, siempre es mejor la retahíla del café a que te suelte un inventario de sus mil pequeños dolores…
– Descafeinado de cafetera, corto de café, en vaso de cristal, con leche desnatada, sin espuma, con sacarina… aaaaah, y calentito – y sabed, que cuando una de estas viejas dice calentito quiere decir caliente, caliente de cojones… venga, lo digo, caliente de cojones no, lo siguiente.
– Marchando ese descafeinado de cafetera, corto de café, en vaso de cristal, con leche desnatada, sin espuma, con sacarina y calentito.
– ¿Estará calentito? que si no no me lo tomo.
– Señora, he bajado hasta el tercer sótano del infierno para ordeñar a la puta madre de Satanás mientras él la sujetaba por los cuernos para posteriormente dar tres hervores a esa leche en las calderas que allí tienen reservadas a los banqueros y a los que tocan la bandurria en la tuna.
– ¿Pero está calentito? Mira que en los años 50 un día tu abuelo me puso un café que no estaba calentito y me puse fatal de lo mío.
– Señora, acaba de llamar mi compañero a una UVI Móvil y hemos dado aviso a la Unidad de Grandes Quemados del Hospital de que igual tienen trabajo.
– Ya, ya, si eso está muy bien, pero estará calentito ¿no?
– Señora, me he tomado la libertad de suscribir una póliza de Vitaldent a su nombre y pedirle cita con el dentista porque se la van a fundir los empastes, los puentes y hasta el puto sonotone… ya tiene también cita en Gaes, por cierto.
– Gracias Evaristo, hijo– la jodida vieja se bebe el café de dos sorbos, los ojos se inyectan en sangre, las orejas rojas como su puta madre, sale humo por la nariz, un largo suspiro… y dice las palabras mágicas – ponme un vasito de agua fresquita.
– ¿Con hielo?
Buen fin de semana amigos, que la fuerza os acompañe.
Foto Credit: Yo mismo, ¿pasa algo?