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Hay un hombre en España que no es tu padre (ni el mío) porque no quiere.

Hay un hombre en España que lo hace todo,
hay un hombre que lo hace todo en España.
Traduce los artículos de Le Monde Diplomatique,
es el que hace los masajes en Masajes a Mil.
Hay un hombre en España – Astrud.

Hola, amigos, qué jodida es la crisis… he recuperado este antiguo post y he hecho una pequeña revisión, en su momento gustó un poco, espero que esta vez os guste otro poco…

¡Qué jodida es la vida! después de cada suceso trágico, atentado, accidente, remontada épica de un equipo de fútbol, atentado, reunión de vecinos… ves, oyes e, incluso, escuchas cosas que te dan que pensar (dentro de lo posible, en mi caso) y te das cuenta de lo jodida que debe de ser la vida de los tertulianos de radio y televisión o de los filósofos de barra de bar (mercadillo o todo a cien) Seguir leyendo Hay un hombre en España que no es tu padre (ni el mío) porque no quiere.

Romanas, rumanas, mares y bares.

Yo buscaba el libro que ha escrito mi amigo José Javier Padilla “el Moscas” sobre la vida de su mujer Alina Santonjova, una joven inmigrante rumana que llegó a mi pueblo buscándose la vida y lo revolucionó cuando se hizo cargo del bar, dejó de poner cacahuetes de los que tienen una costra de un dedo de sal y patatas fritas revenidas y empezó a poner tapas de verdad, que lo mismo te aliñaba un gazpacho con su ajo y su pepino, que unas papas con arroz, un bonito con tomate o un cochifrito, caldereta, migas con chocolate o cebolleta en vinagreta, morteruelo, lacón con grelos, bacalao al pil-pil o un poquito perejil (que era lo que menos éxito tenía)… José Javier se enamoró perdidamente de Alina, Alina se enamoró perdidamente de José Javier y la madre de José Javier, Josefa la Caraperro, nunca acabó de aceptar la relación ni de aprenderse al nombre de su nuera… para Josefa siempre será “La rumana que vino del bar”.

Quiso la casualidad que entrase en una pequeña librería en busca del libro, quiso la naturaleza que sea miope (mucho) y me vea obligado a usar gafas, quiso el benigno clima vallisoletano que ese día lloviese y, extrañamente para esta ciudad, hiciese un frío de tres pares de cojones, lo que provocó que se me empañasen las gafotas y no viese un pijo, pero yo, impasible el ademán, seguí adelante en mi afán… a causa de mi temporal ceguera adiviné, más que vi, el libro de mi amigo, cuando lo fui a coger una amable señorita se ofreció a firmármelo, que lo firme – pensé yo – si le hace ilusióna mí ya me lo firmará el Moscas en el pueblo, lo pagué, dije adiós y me fui, ignorante de la sorpresa que me esperaba al llegar a casa.

El caso es que a causa de mi momentánea perdida de visión confundí el libro de La rumana que vino del bar con una novela de nombre La romana que vino del mar, obra de la escritora vallisoletana (¿la que amablemente me lo firmó?) llamada Pilar San Juan Manzano, Piluca para sus amigos (me comentan)… y ya que lo tenía por casa me lo he leído… y me ha gustado… mucho… y os lo recomiendo… porque la historia merece la pena…

La novela en cuestión está ambientada en la Roma de Augusto y nos cuenta la vida de Julia, guapa, lista y concebollista (eso no lo dice la autora, pero si sabes leer entre líneas está clarísimo), una inexperta joven que conoce al apuesto Sergio y pasa de no querer saber nada de los hombres a ponérsele los pezones como para colgar a secar togas de la mejor lana del sur de la península itálica recién lavadas y sin centrifugar y decidir que o se casa o se casa. Que os voy a decir una cosa: el tal Sergio es todo en fenómeno que lo mismo si me lo encuentro yo me da por platearme el por qué de este empecinamiento mío en la heterosexualidad… en fin, que el tal Sergio es el yerno perfecto, pero tiene un defecto, quiere ir a buscarse la vida a la recién pacificada Asturia en el norte de Hispania… y hasta ahí voy a contar… Segurísimo que la historia os va a gustar, hay gente buena como una caña con gas y un pincho de tortilla un mediodía de resaca, otros más malos que los cuchillos de IKEA; está Ovidio, el famoso poeta, que habla siempre en verso y cada vez que le dicen cinco, mejillones o conoce a un Montoya lo agradece porque le facilita mucho la conversación y la vida; la gente se quiere como en las canciones de los Camela (La Cabra Mecánica dixit), odia como Paquita la del Barrio y se venga con más saña que Alex Ubago, que le deja una novia y le dedica una canción (o un disco); aparece un tal Nícer, que a este si le conozco abandono todo mi empecinamiento en la ortodoxia heterosexual sí o sí… y aparece Asturias, y la amiga Julia se enamora de Asturias (como es natural) como tu cuñado, pero de verdad, porque para tu cuñado Asturias es cachopo, cabrales y sidra y le da igual comerlo en Sotres o Tazones  que en un bar de La Rondilla, el se cree que por eso ya es medio asturiano; pero Julia se enamora de verdad, se enamora de sus verdes paisajes, de la magia de aquellas tierras, la bravura del mar cantábrico y de los cojonacos de los orgullosos salaenos y su vida en armonía con la madre tierra…

Y si queréis saber más os compráis el libro en Amazon, en El Sueño de Pepa o la Librería Margen si estáis en Valladolid o me mandáis un mensaje y os pongo en contacto con Piluca, porque en realidad es amiga mía y toda esta historia que os he contado es una excusa para escribir una reseña de su libro tal como le prometí cuando me dedicó el libro… y a mí la cabeza sólo me da para cosas como esta, que ya me gustaría que me diese para escribir cosas tan cojonudas como la historia de Julia, la que vino del mar.

La romana que vino del mar en Facebook aquí.

Que la fuerza os acompañe.

Photo Credit: Yo mismo.